Hoy Alexandra Richards tiene una voz ronca, sonrisa franca y un aire dulce. Es la hija menor del mítico guitarrista de los Rolling Stones y su segunda esposa, la modelo neoyorquina Patti Hansen. Más Casa de la pradera que descendiente directa de sus Satánicas Majestades, esta rotunda rubia de 26 años creció en Weston, Connecticut, en el campo, ajena a la gran ciudad. «Mi madre nos protegía mucho, no veníamos mucho a la ciudad, solo a Staten Island a ver a su familia», recuerda. Aunque hizo su primer trabajo como modelo a los 14 y siguió en ello durante sus años en el instituto, no fue hasta que se trasladó a la Gran Manzana cuando empezó a tomarse en serio su carrera como maniquí, profesión que comparte con su hermana Theodora. ¿Su madre les dio consejos? «Bueno, yo estaba preocupada y ella me dio algunas pistas básicas. Al final se trata de relajarte y conseguir crear una cierta atmósfera con el fotógrafo. Es como una película muda», dice. Ha posado ante los objetivos de Testino, Demarchelier o Meisel, y ha desfilado en pasarelas, pero esto no significa que Alexandra haya renunciado a la herencia musical paterna: su carrera como modelo se desarrolla paralelamente a su trabajo como DJ.
Esta tarde se ha sentado en la esquina del bar a la vuelta de su casa, en el Soho, en las inmediaciones de Chinatown. Este es su rincón favorito en el barrio, el restaurante donde los camareros la conocen y no hay que hacer ningún esfuerzo. A Alexandra le gusta estar cómoda y se lo puede permitir, viste vaqueros negros, camiseta negra, botas y una gorra de cuadros. El estilo relajado encaja a la perfección con su tono tranquilo y algo tímido. Ha terminado la sesión de fotos que ocupó toda la mañana y aún le quedan un par de horas antes de encontrarse con una amiga con la que rodará el episodio de una especie de reality sobre estilismo, en el que visitarán varias tiendas. «No sé muy bien como será, pero lo pasaremos bien, seguro», explica sentada frente a una copa de vino tinto y un plato de espárragos.
Ha pasado el último mes en París, en un viejo apartamento en Place Vendôme que el guitarrista de los Rolling Stones aún conserva. Sus padres, que cumplirán 30 años casados en 2013, también pasan largas temporadas en esa ciudad, instalados en otra vivienda. Alexandra es familiar, le gusta pasar tiempo con ellos. Ríe cuando explica que en la capital francesa se siente mucho más en casa que en Londres, a pesar de las raíces de su padre. «Lo cierto es que de Inglaterra no sé casi nada. En cambio en París he pasado bastante tiempo por trabajo y ya tengo mi pequeña ruta, mi panadería, mi tienda de quesos, mi café… Es un segundo hogar, un sitio que puedes hacer tuyo», afirma.
Allí ha empezado a recibir clases para aprender a diseñar joyas, un proyecto que arrancó cuando estudiaba en el School of Visual Arts, y que ahora ha retomado. Lo cierto es que Richards abandonó sus estudios de Bellas Artes después de dos años ante la imposibilidad de combinarlo con su trabajo como modelo y pinchadiscos. Aún pinta, y ha expuesto algunos de sus inmensos lienzos, retratos en acrílico de algunos de sus músicos favoritos, como Etta James, Jimmy Hendrix o Nina Simone. La última vez, el pasado febrero en el show que organizó Vito Schnabel. Menciona al escultor Claes Oldenburg como su artista favorito. «Me encanta ese diseño que hizo para levantar un edificio con forma de ventilador en Staten Island para que así siempre tuvieran brisa», dice entre risas.
Su pasión por la música le viene de familia, claro. Su padre le regaló primero una guitarra acústica y luego una eléctrica rosa, pero Alexandra no acababa de arrancarse. «Tenía amigos que tocaban mucho mejor», confiesa. «La música me ha rodeado toda mi vida, la moda llegó después, pero me ha ayudado y ha permitido que tenga una mayor proyección internacional como DJ», reflexiona, antes de explicar que, aunque en las primeras sesiones tras los platos vestía vaqueros y apostaba por una imagen algo gótica, ahora ha evolucionado hacia vestidos y tacones. De niña, Richards empezó a mezclar cintas que se intercambiaba con sus amigos en el colegio, un juego más que no tenía visos de ir más allá. Ya instalada en Nueva York, un amigo le pidió un buen día que le cubriera un turno como DJ en un antro de downtown ya desaparecido, Bella’s, y aquello se convirtió en un trabajo. Alexandra habla con ternura de los conciertos de su padre. «Toca con sus mejores amigos y ellos viven en Inglaterra, no se ven tan a menudo», dice. Al escucharla hay un toque fresco e ingenuo, una cara luminosa en el oscuro y legendario mundo del rock.
Aunque se declara fan del libro de memorias de Patti Smith, Éramos unos críos, no ha querido leer Life, los recuerdos salvajes que hace un año Keith Richards publicó. Alexandra explica que si quisiera saber algo en concreto, le preguntaría directamente. Parece que el manto de protección que su madre extendió sobre ella y su hermana ha calado, y la pequeña Richards prefiere quedarse con la imagen más familiar y doméstica del mítico guitarrista convertido en icono, de quien admira su irónico sentido del humor y su capacidad de decir lo justo.
Cuenta que la colección de vinilos de su padre le enseñó a apreciar el aspecto más onírico de la música. «Lo que más me atrae de pinchar es la posibilidad que ofrece de crear una atmósfera, de generar un momento estimulante y colectivo, es algo muy interesante», añade Richards. Cuando se enfrenta a los platos intenta evaluar al público y arrancar con cinco o seis canciones, entre las que nunca falta algo de reggae de Bob Marley o Lee Perry, porque, al fin y al cabo, los primeros cinco años de su vida los pasó en Jamaica. «Lo más complicado siempre es moverte de un tema al siguiente, y ese es el secreto que todos los DJ guardan para sí», reconoce. La canción de Feist My moon, my man le ha ayudado en estos trances. «¡Aún la sigo poniendo!», exclama risueña. ¿Y su canción favorita de los Stones? «Soy terrible, no sé qué decirte», dice soltando una carcajada.
Arte, música, moda o joyas, Alexandra va probando y aprendiendo. «La individualidad es al final lo más importante en todos ellos», asegura. Siempre ha querido ser una mujer independiente. Antes de cuestionarse a sí misma trata de lanzarse a estos campos creativos para descubrir cosas nuevas y formarse, construirse en ellos. «Ante un lienzo, o con los discos, los retos son constantes, y estoy preparada para asumirlos. La moda casi es lo que más me cuesta… Soy una chica de vaqueros y camisetas, y lo cierto es que al final me inspiro en mis amigas, que sí que tienen un sentido del estilo», se sincera. A diferencia de su hermana Theodora, la timidez que sentía cuando empezó como modelo no ha desaparecido del todo. «La vergüenza o el ser tímida no tiene por qué impedir que brilles, aunque siempre aspiro a que las cosas lleguen de una forma natural». Su rutina en Nueva York incluye clases de yoga y carreras por el puente de Brooklyn. Aún habla perpleja del ajetreo de la ciudad. «Estás siempre un poco al límite, permanentemente se busca lo nuevo, el ritmo es muy rápido. Las aceras llenas de chicas que parecen sacadas de una película, con esos tacones tan altos que parecen que se van a caer», comenta. El lado competitivo e intenso de la ciudad no acaba de encajar con Alexandra, pero le gusta que se pueda caminar a todas partes, no como en Los Ángeles, donde los ayunos a base de zumos de frutas están a la orden del día. «Son cosas que aquí no puedes hacer, es como otro mundo», dice. En el Soho le gusta comprar en Opening Ceremony, Bess y No. 6. Y cuando tiene un día libre y sus padres están en el campo, acercarse a Connecticut a las barbacoas que allí montan. «Es una cosa de familia, nos encantan las barbacoas. En general, compartir una comida», añade. «A mí me atrae el negocio de la restauración. Una prima se dedica a ello; lo único malo son los horarios», comenta. ¿Es eso lo próximo? «No lo sé, pero no lo descarto, porque me encanta».
Andrea Aguilar / Chabela Garcia (Realización) 5 de Enero de 2013
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Alexandra Richards, daughter of anarchy
Today Alexandra Richards has a hoarse voice, friendly smile and a sweet air. It is the youngest daughter of legendary Rolling Stones guitarist and his second wife, model Patti Hansen New York. More House on the Prairie that direct descendant of their Satanic Majesties, this rotund blonde 26 years grew in Weston, Connecticut, in the countryside outside the city. "My mother protected us much, we were not much to the town, only to Staten Island to see his family," he recalls. Although he made his first modeling job at 14 and continued it during his years in high school, it was not until he moved to the Big Apple when she began her career taken seriously as a dummy, a profession she shares with her sister Theodora. Does your mother gave them advice? "Well, I was worried and she gave me some basic tracks. At the end, try to relax and get to create a certain atmosphere with the photographer. It's like a silent movie, "he says. Posed before goals Testino or Demarchelier Meisel, and has paraded on runways, but this does not mean that Alexandra has renounced his father's musical legacy: her modeling career working alongside his work as a DJ.
This afternoon has been sitting in the corner of the bar to the back of his house in Soho, near Chinatown. This is his favorite spot in the neighborhood, the restaurant where the waiters know and not to do any effort. Alexandra likes to be comfortable and you can afford it, wears black jeans, black shirt, boots and hat boxes. The relaxed style fits perfectly with his tone calm and somewhat shy. Finished the photo shoot that took all morning and you still have a few hours before meeting with a friend who filmed the episode of a kind of reality on styling, which will visit several stores. "I'm not sure how it will be, but we'll have fun, sure," says sitting at a glass of red wine and a plate of asparagus.
He has spent the last month in Paris, in an old apartment at Place Vendôme the guitarist of the Rolling Stones still retains. His parents, who will be 30 years married in 2013, also spend long periods in the city, installed in another dwelling. Alexandra's family likes to spend time with them. He laughs when he explains that in the French capital feels much more at home than in London, despite his father's estate. "The truth is that in England I know almost nothing. But in Paris I spent enough time at work and I have my small way, my bakery, my cheese shop, coffee ... It's my second home, a place you can do yours, "he says.
There has begun to take classes to learn how to design jewelry, a project that began while studying at the School of Visual Arts, and has now resumed. The truth is that Richards abandoned his art studies after two years it was impossible to combine with her modeling and DJs. Still looking, and has exhibited some of his huge canvases, acrylic portraits of some of his favorite musicians, as Etta James, Jimmy Hendrix and Nina Simone. The last time, last February at the show organized by Vito Schnabel. Sculptor Claes Oldenburg is mentioned as his favorite artist. "I love the design you did to build a fan-shaped building in Staten Island so you always have wind," he laughs.
His passion for music runs in the family, of course. His father gave him an acoustic guitar first and then an electric pink, but Alexandra had not started. "I had friends who played much better," he confesses. "Music has surrounded me all my life, fashion came later, but it has helped and enabled to take greater international DJ," reflects, before explaining that, although in the first session after the dishes wearing jeans and argued for an image something Gothic, has now evolved into dresses and heels. As a child, Richards began to mix tapes that are exchanged with friends at school, a game that had overtones of going beyond. Already installed in New York, a friend asked him one day to cover him a turn as DJ in a nightclub in downtown and disappeared, Bella's, and it became a job. Alexandra speaks fondly of his father's concerts. "He plays with his best friends and they live in England, not seen as often," he says. To hear are a fresh and naive, a face in the dim light and legendary rock world.
While declaring fan memoir of Patti Smith, we were kids, did not want to read Life, wild memories from a year ago Keith Richards published. Alexandra explains that if he wanted to know something specific, ask him directly. It seems that the protective mantle extended over her mother and sister she stalled, and the little Richards prefers to stay with the family and domestic image of the icon become legendary guitarist, who admires his wry sense of humor and ability to just say it.
Account vinyl collection that his father taught him to appreciate the most dreamlike music. "What attracts me is the possibility of puncturing offered to create an atmosphere, to generate an exciting time and collective, is very interesting," Richards added. When faced with the dishes attempts to evaluate the public and start with five or six songs, including never missing some reggae of Bob Marley and Lee Perry, because, after all, the first five years of his life were spent in Jamaica. "The hardest thing is always moving from one topic to the next, and that is the secret to all DJ keep for themselves" he admits. The song Feist My moon, my man has helped him in these trances. "I'm still putting the 'exclaims smiling. And your favorite song of the Stones? "I'm terrible, I do not know what to tell you," he says with a laugh.
Art, music, fashion and jewelry, Alexandra is trying and learning. "Individuality is ultimately the most important thing in all of them," he says. Always wanted to be an independent woman. Before question itself is launching into these creative fields to discover new things and form, built on them. "Faced with a canvas, or disks, are constant challenges, and I am prepared to assume them. Fashion is almost what I find most difficult ... I am a girl in jeans and shirts, and the fact is that in the end I am inspired by my friends who do have a sense of style, "is sincere. Unlike her sister Theodora, shyness she felt when she started as a model has not entirely disappeared. "The shame or being timid need not prevent shine, but always aspire to reach things in a natural way." His routine in New York includes yoga classes and races to the Brooklyn Bridge. Still puzzled speaks the hustle of the city. "You're always a little on edge, constantly seeks new, the pace is very fast. Sidewalks full of girls straight out of a movie, with those heels so high they seem to be falling "comments. The intense competitive side of town does not quite fit with Alexandra, but he likes to be able to walk everywhere, not in Los Angeles, where fasts fruit juices are the order of the day. "These are things you can not do that here, it's like another world," he says. In Soho likes to buy at Opening Ceremony, Bess and No. 6. And when you have a day off and his parents are in the field, close to Connecticut to barbecues mounted there. "It's a family thing, we love barbecues. In general, share a meal, "he adds. "To me it attracts the restaurant business. A premium is devoted to it, the only thing wrong is the schedule, "he says. Is that what next? "I do not know, but do not rule, because I love."
Andrea Aguilar / Chabela Garcia (Conduct) January 5, 2013
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